Hace ya algunos meses asistí
a un taller de musicoterapia precioso. La profesora Pilar Lago nos enseño que la música o los diferentes sonidos son un medio significativo, útil y
muy práctico para abordar problemas de carácter psicopatológico.
El cuerpo y la expresión
corporal no engañan, afirmó la profesora. Hay veces que no hacen falta las
palabras. Se produce una activación no verbal a partir de la cual se vienen a
resolver situaciones que nos incomodan.
Pilar hacia referencia a
que, en la actualidad, este tipo de talleres los lleva a cabo en intervenciones con
personas con historias clínicas de Alzheimer, (pacientes en un continuo
deambular y bajo fuertes estados de nerviosismo a los que no se sabe, como
ayudar) Parkinson y, últimamente, ha comenzado a aplicarlos en el seno de
tratamientos con mujeres maltratadas y a sus agresores.
La profesora trató de
explicarnos la diferencia entre la utilización de la música con fines de tipo
más bien lúdicos o, por otra parte, la música con fines propiamente
terapéuticos. En este último lugar el alcance se asemejaba, bastante más, al
propósito de otras ciencias, tales como, la medicina, Psicología, etc., que hacia otra cosa.
Al parecer no tiene nada
que ver el hecho de poder pasar un rato agradable o de dispersión en una
actividad donde la música está presente, que en un ámbito donde la música se
convierte en una herramienta terapéutica (musicoterapia) y facilita la
expresión de las emociones creando vínculos y obteniendo resultados que generan
mejoras significativas. Las personas logran una apertura de su estado interior
que, en según que casos, dan lugar a la recuperación de un bienestar
“trastocado”. Y de ello, doy fe. Mi experiencia profesional justifica que el
torrente de emociones explosiona en el centro de dos de las sesiones llevadas a
término durante las pasadas dos semanas, y que en lo que respecta una demanda estrictamente relacional, marital
o de pareja los resultados son más que notables.
“La música nos conduce a un
remanso de paz”. Tras finalizar uno de los ejercicios puesto en práctica en la
dinámica se advierten diferentes experiencias. Algunos compañeros afirmaron
haber sentido vergüenza, sensaciones extrañas, momentos emotivos,
sufrimiento, protección, unión, sincronía, acercamiento, libertad, espacio,
introversión, rencuentro, expresión, acercamiento, gratitud, compañía,
acompañamiento, sintonía, paz, afecto, belleza e incluso arte en movimiento.
Yo
misma lo sentí, yo misma lo estoy poniendo en práctica en la consulta
presencial y “no dejo de sentirlo”, por lo que con todo ello, se puede
corroborar que la música es un remanso de bienestar.
La actividad grupal, la terapia relacional, el tratamiento en el seno de la pareja, hacen resurgir sentimientos hasta ahora
no experimentados de este modo, que nos enriquecen y que reducen plenamente nuestro malestar.
La profesora nos mostró
como hay piezas musicales que pueden significar emociones diversas en cada ser
humano. En su caso, y a pesar de escuchar una pieza absolutamente terrible,
triste y, hasta algo desgarradora, afirmó que la pieza que utilizó en el taller
era una de las piezas con la que ella más podría identificarse y “sentir durante
aquel instante o momento no tan desgarrador de su existir. Sin embargo, aseveró que dependiendo de la actitud que tengamos en el presente, los mensajes de
las melodías pueden ser diversos, haciéndonos sentir de infinitas formas a lo
largo de nuestro experimentar reconociendo que las podemos extrapolar al resto de nuestra cotidianidad.
Dejarnos llevar, practicar
este tipo de dinámicas sin ejercer “control” sobre el otro, y pensar que lo que
tratamos de transmitir va a ser comprendido facilita hacer un buen ejercicio
musicoterapéutico y de todo "ello" estoy segura, ya que por mi práctica así me consta.
Este arcoíris de
sensaciones acompañados por melodías con fines terapéuticas, tratan de simular
los cuidados que incluso recibimos en el vientre materno y que, si
consiguiésemos extrapolar a nuestro marco convivencial, las sociedades dejarían
de estar tan devastadas.
La estimulación corporal,
la estimulación a nuestros pacientes a través de las caricias, pequeños
masajes, frases agradables, la comunicación mediante un medio recreativo, las
canciones de nuestra vida, el potenciar la comunicación gestual a través del
movimiento, del ejercicio físico y del baile, tocar, manipular objetos sonoros,
o pequeños instrumentos, formar parte de grupos corales e instrumentales
constituyen el eje vertebral para cualquier posible aplicación terapéutica de
origen musical.
El taller fue precioso, la profesora supo plasmar a
la perfección la importancia del significado de la música para cada individuo
de acuerdo a su identidad sonora y a la rememoración de su estilo musical y no me cabe duda de que en mi práctica no solo personal sino también en mi trabajo la musicoterapia nos acerca al relax.
A.R.
Cursos Postgrado en Psicopatología y Salud.