domingo, 10 de marzo de 2013

LA MUSICOTERAPIA EN NUESTRAS VIDAS.


Hace ya algunos meses asistí a un taller de musicoterapia precioso. La profesora Pilar Lago nos enseño que la música o los diferentes sonidos son un medio significativo, útil y muy práctico para abordar problemas de carácter psicopatológico.

El cuerpo y la expresión corporal no engañan, afirmó la profesora. Hay veces que no hacen falta las palabras. Se produce una activación no verbal a partir de la cual se vienen a resolver situaciones que nos incomodan.

Pilar hacia referencia a que, en la actualidad, este tipo de talleres los lleva a cabo en intervenciones con personas con historias clínicas de Alzheimer, (pacientes en un continuo deambular y bajo fuertes estados de nerviosismo a los que no se sabe, como ayudar) Parkinson y, últimamente, ha comenzado a aplicarlos en el seno de tratamientos con mujeres maltratadas y a sus agresores.

La profesora trató de explicarnos la diferencia entre la utilización de la música con fines de tipo más bien lúdicos o, por otra parte, la música con fines propiamente terapéuticos. En este último lugar el alcance se asemejaba, bastante más, al propósito de otras ciencias, tales como, la medicina, Psicología, etc., que hacia otra cosa.

Al parecer no tiene nada que ver el hecho de poder pasar un rato agradable o de dispersión en una actividad donde la música está presente, que en un ámbito donde la música se convierte en una herramienta terapéutica (musicoterapia) y facilita la expresión de las emociones creando vínculos y obteniendo resultados que generan mejoras significativas. Las personas logran una apertura de su estado interior que, en según que casos, dan lugar a la recuperación de un bienestar “trastocado”. Y de ello, doy fe. Mi experiencia profesional justifica que el torrente de emociones explosiona en el centro de dos de las sesiones llevadas a término durante las pasadas dos semanas, y que en lo que respecta una demanda estrictamente relacional, marital o de pareja los resultados son más que notables.

“La música nos conduce a un remanso de paz”. Tras finalizar uno de los ejercicios puesto en práctica en la dinámica se advierten diferentes experiencias. Algunos compañeros afirmaron haber sentido vergüenza, sensaciones extrañas, momentos emotivos, sufrimiento, protección, unión, sincronía, acercamiento, libertad, espacio, introversión, rencuentro, expresión, acercamiento, gratitud, compañía, acompañamiento, sintonía, paz, afecto, belleza e incluso arte en movimiento. 
Yo misma lo sentí, yo misma lo estoy poniendo en práctica en la consulta presencial y “no dejo de sentirlo”, por lo que con todo ello, se puede corroborar que la música es un remanso de bienestar.  
La actividad grupal, la terapia relacional, el tratamiento en el seno de la pareja, hacen resurgir sentimientos hasta ahora no experimentados de este modo, que nos enriquecen y que reducen plenamente nuestro malestar.

La profesora nos mostró como hay piezas musicales que pueden significar emociones diversas en cada ser humano. En su caso, y a pesar de escuchar una pieza absolutamente terrible, triste y, hasta algo desgarradora, afirmó que la pieza que utilizó en el taller era una de las piezas con la que ella más podría identificarse y “sentir durante aquel instante o momento no tan desgarrador de su existir. Sin embargo, aseveró que dependiendo de la actitud que tengamos en el presente, los mensajes de las melodías pueden ser diversos, haciéndonos sentir de infinitas formas a lo largo de nuestro experimentar reconociendo que las podemos extrapolar al resto de nuestra cotidianidad.

Dejarnos llevar, practicar este tipo de dinámicas sin ejercer “control” sobre el otro, y pensar que lo que tratamos de transmitir va a ser comprendido facilita hacer un buen ejercicio musicoterapéutico y de todo "ello" estoy segura, ya que por mi práctica así me consta.

Este arcoíris de sensaciones acompañados por melodías con fines terapéuticas, tratan de simular los cuidados que incluso recibimos en el vientre materno y que, si consiguiésemos extrapolar a nuestro marco convivencial, las sociedades dejarían de estar tan devastadas.

La estimulación corporal, la estimulación a nuestros pacientes a través de las caricias, pequeños masajes, frases agradables, la comunicación mediante un medio recreativo, las canciones de nuestra vida, el potenciar la comunicación gestual a través del movimiento, del ejercicio físico y del baile, tocar, manipular objetos sonoros, o pequeños instrumentos, formar parte de grupos corales e instrumentales constituyen el eje vertebral para cualquier posible aplicación terapéutica de origen musical.
El taller fue precioso, la profesora supo plasmar a la perfección la importancia del significado de la música para cada individuo de acuerdo a su identidad sonora y a la rememoración de su estilo musical y no me cabe duda de que en mi práctica no solo personal sino también en mi trabajo la musicoterapia nos acerca al relax.

A.R.
Cursos Postgrado en Psicopatología y Salud.


No hay comentarios:

Publicar un comentario